Este proyecto parte de una profunda reflexión del lugar donde se ubica, un lugar ambivalente. La parcela, en su lado poniente, recae a una de las avenidas más transitadas de Mazatlán. Sobre ésta, los comercios de la Plaza comercial abren sus tiendas sobre unas ligeras bandejas acristaladas en varios niveles. En el extremo Norte, una ligera torre corporativa se alza sobre el transitar de la gente que disfruta del ocio en una de las terrazas de esta plaza. Por oriente, el océano Pacífico es el fondo escénico hacia el que los edificios se abren como un abanico. Las dos torres se erigen desde el agua hacia el cielo aumentando su anchura hasta su punto medio, para luego disminuir paulatinamente hasta el remate. Este efecto óptico se ha inspirado en las velas de los galeones henchidas por el viento. En el centro de cada torre, el mástil, el palo mayor, el eje que lo ancla al suelo, y en la parte superior, dos alas aligeran el conjunto. Estos aleros simbolizan un Torii (lugar de los pájaros), elemento tradicional japonés que suele encontrarse a la entrada de los santuarios sintoístas (Jinja), marcando la frontera entre el espacio profano y el sagrado. Todo el edificio es luz. Todo el plano curvo que se asoma al océano es de cristal, para incitar la ilusión de encontrarse inmerso en ese azul intenso del Pacífico.